La expresión ‘echar un
polvo’, como forma vulgar para referirse al acto sexual, es un modismo
ampliamente utilizado y cuyo origen tiene dividido a los propios expertos en
etimología, si bien la mayoría apuestan a que procede de la costumbre, ampliamente
extendida en los siglos XVIII y XIX, de consumir entre las clases burguesas y
aristocráticas el polvo de tabaco conocido como ‘rapé’.
Este polvo de tabaco era
aspirado por vía nasal, por lo que solía provocar molestos estornudos y para
ello, los caballeros que lo consumían en las fiestas y reuniones de sociedad,
se retiraban a otra estancia con la intención de ‘echarse unos polvos a la
nariz’.
Con el tiempo, esa excusa
para ausentarse de la reunión comenzó a utilizarse también para poder tener fugaces
y apasionados encuentros sexuales con la amante de turno, quien esperaba al
fogoso caballero en otra sala.
De ahí que, al convertirse en
una práctica común, se acabara aplicándose el término ‘ir a echar un polvo’ al
acto sexual y ello propició que cuando dichos caballeros, en uno de esos
encuentros fugaces, estaba copulando con su amada y alguien de la reunión
preguntaba por su paradero siempre había alguien que respondía que se había
ausentado para ‘ir a echar un polvo’.
El rapé es una
especie de tabaco rallado y pulverizado que en vez de fumarse, se inhala por la
nariz o se frota entre los dientes y las encías. No se trata de una simple
maceración de la hoja, sino que para obtenerlo hay que someter a ésta, tras ser
tratada con agua salada, a repetidas fermentaciones. Durante el proceso, la
nicotina se destruye, al tiempo que se sintetiza ácido acético y otras
sustancias que dan al rape su punto picante y aroma característico.
El producto
final puede aromatizarse con esencia de rosas, jazmines, lavanda, clavel....
Durante mucho tiempo se pensó
que este derivado del tabaco tenía propiedades curativas; despejaba las vías
respiratorias y actuaba como un suave sedante.
Cajita de rapé
El consumo de rapé no consistía, sólo en esnifar. Como tantos otros placeres ocultos, tenía su ritual: «el dandy quedó, al parecer, tan fascinado por la serie de requisitos para sorber el polvo de tabaco, que fue costumbre que cada uno se rallara su propio rapé, y con esta finalidad tenía que llevar consigo un considerable equipo», el rollo de tabaco duro conocido como carotte, el rallador de madera y la cajita o tabaquera de rapé. Eso, en los equipos sencillos: había un alfiler para limpiar el rallador, una cucharilla para tomar el polvo de la caja, un cedazo para filtrar el polvo y hasta una pata de liebre para limpiarse la nariz.
Imaginaos la ceremonia vista entre bastidores…., entre la pata, el polvo, el alfiler y el rallador…., ¡como te equivocases de orden ibas apañado!
Y en este escenario era claro… el desarrollo de las cajitas para guardar tan preciosos y preciados polvos tuvo una época dorada, encontrándonos con numerosos ejemplos en diferentes materiales, adornos y estilos.
La
expresión “echar un polvo”
La practica de inhalar rape
se hizo popular en Inglaterra en el siglo XVII, donde era conocido como snuff;
en el siglo siguiente se extendió por toda Europa. En los grandes palacios,
sobre todo entre la corte de Luis XIV, el rey Sol, consumir este tabaco rallado
se consideraba signo de distinción. Los nobles y aristócratas portaban lujosas
tabaqueras, algunas ornamentadas con piedras preciosas, y de vez en cuando
tomaban un pellizco de polvo de rape, para inhalarlo con la más recatada
elegancia. Otras veces se lo intercambiaban como signo de cortesía, de ahí
viene el original ¿quieres echar un polvo?. Como era de mala educación inhalar
ante señoras, los hombres cuando sentían el síndrome de abstinencia se salían
del salón, con la excusa de echar un polvo.
A pesar de eso, muchas veces
la ausencia del salón no era exactamente para inhalar rapé sino para tener un
encuentro con alguna damisela en las habitaciones altas que tenían todas las
casas de “buena familia”, y se ausentaban diciendo: voy a echar un polvo,
perdiéndose por las habitaciones, donde se encontraban con sus amantes para un
encuentro sexual.
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