6 de julio de 2013

El significado de la expresión "Echar un polvo"

La expresión ‘echar un polvo’, como forma vulgar para referirse al acto sexual, es un modismo ampliamente utilizado y cuyo origen tiene dividido a los propios expertos en etimología, si bien la mayoría apuestan a que procede de la costumbre, ampliamente extendida en los siglos XVIII y XIX, de consumir entre las clases burguesas y aristocráticas el polvo de tabaco conocido como ‘rapé’.







Este polvo de tabaco era aspirado por vía nasal, por lo que solía provocar molestos estornudos y para ello, los caballeros que lo consumían en las fiestas y reuniones de sociedad, se retiraban a otra estancia con la intención de ‘echarse unos polvos a la nariz’.

Con el tiempo, esa excusa para ausentarse de la reunión comenzó a utilizarse también para poder tener fugaces y apasionados encuentros sexuales con la amante de turno, quien esperaba al fogoso caballero en otra sala.


De ahí que, al convertirse en una práctica común, se acabara aplicándose el término ‘ir a echar un polvo’ al acto sexual y ello propició que cuando dichos caballeros, en uno de esos encuentros fugaces, estaba copulando con su amada y alguien de la reunión preguntaba por su paradero siempre había alguien que respondía que se había ausentado para ‘ir a echar un polvo’.

¿ Que es el Rape? 

El rapé es una especie de tabaco rallado y pulverizado que en vez de fumarse, se inhala por la nariz o se frota entre los dientes y las encías. No se trata de una simple maceración de la hoja, sino que para obtenerlo hay que someter a ésta, tras ser tratada con agua salada, a repetidas fermentaciones. Durante el proceso, la nicotina se destruye, al tiempo que se sintetiza ácido acético y otras sustancias que dan al rape su punto picante y aroma característico. 

El producto final puede aromatizarse con esencia de rosas, jazmines, lavanda, clavel....

Durante mucho tiempo se pensó que este derivado del tabaco tenía propiedades curativas; despejaba las vías respiratorias y actuaba como un suave sedante.


Cajita de rapé

El consumo de rapé no consistía, sólo en esnifar. Como tantos otros placeres ocultos, tenía su ritual: «el dandy quedó, al parecer, tan fascinado por la serie de requisitos para sorber el polvo de tabaco, que fue costumbre que cada uno se rallara su propio rapé, y con esta finalidad tenía que llevar consigo un considerable equipo», el rollo de tabaco duro conocido como carotte, el rallador de madera y la cajita o tabaquera de rapé. Eso, en los equipos sencillos: había un alfiler para limpiar el rallador, una cucharilla para tomar el polvo de la caja, un cedazo para filtrar el polvo y hasta una pata de liebre para limpiarse la nariz.

Imaginaos la ceremonia vista entre bastidores…., entre la pata, el polvo, el alfiler y el rallador…., ¡como te equivocases de orden ibas apañado!

Y en este escenario era claro… el desarrollo de las cajitas para guardar tan preciosos y preciados polvos tuvo una época dorada, encontrándonos con numerosos ejemplos en diferentes materiales, adornos y estilos.




La expresión “echar un polvo”

La practica de inhalar rape se hizo popular en Inglaterra en el siglo XVII, donde era conocido como snuff; en el siglo siguiente se extendió por toda Europa. En los grandes palacios, sobre todo entre la corte de Luis XIV, el rey Sol, consumir este tabaco rallado se consideraba signo de distinción. Los nobles y aristócratas portaban lujosas tabaqueras, algunas ornamentadas con piedras preciosas, y de vez en cuando tomaban un pellizco de polvo de rape, para inhalarlo con la más recatada elegancia. Otras veces se lo intercambiaban como signo de cortesía, de ahí viene el original ¿quieres echar un polvo?. Como era de mala educación inhalar ante señoras, los hombres cuando sentían el síndrome de abstinencia se salían del salón, con la excusa de echar un polvo.

A pesar de eso, muchas veces la ausencia del salón no era exactamente para inhalar rapé sino para tener un encuentro con alguna damisela en las habitaciones altas que tenían todas las casas de “buena familia”, y se ausentaban diciendo: voy a echar un polvo, perdiéndose por las habitaciones, donde se encontraban con sus amantes para un encuentro sexual.


Otra hipótesis del origen de dicha expresión vendría de la fórmula litúrgica “Memento homo, quia pulvis es, et in pulverem reverteris” (Recuerda hombre, que eres polvo, y que al polvo regresarás).  Popularizándose la frase en “Polvo somos, del polvo venimos y en polvo nos convertiremos” 



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